martes, 19 de octubre de 2010

La Terapia Hortícola es una actividad de encuentro de lo humano con su propia naturaleza, entendiendo su propia naturaleza como parte de un mundo natural que nos precedió y del que formamos parte. Entendemos este encuentro como comienzo de un proceso de salud. Sabernos parte de una cadena ecológica une lo cultural a lo natural otorgando sentido a nuestra vida. Todo el proceso que comienza a producirse en la persona a través del contacto con la naturaleza lo hace mejor persona, tal vez esto este relacionado con la felicidad.

La Terapia Hortícola se desarrolla a través de actividades que contactan a las personas con la naturaleza, a través de la práctica de la jardinería, la huerta, los paseos en la naturaleza o los parques, las visitas guiadas, talleres de desarrollo de los sentidos, encuentros grupales, reciclado de residuos, etc. Estas actividades devienen en terapéuticas en tanto se hagan desde la concepción del hombre como parte de lo natural, lo que deriva necesariamente en el respeto por lo propio y lo ajeno, lo azaroso y lo planeado, lo utilizable y lo reutilizable, existiendo así cadenas que sostienen la vida.

Comenzamos por actividades que acompañan a los participantes a encontarse con su propia pertenencia a lo natural, como algo genuino en sí mismos. Este comienzo es diseñado por los terapeutas hortícolas a través del conocimiento de la o las personas que participan de la experiencia. Una primera entrevista nos dará la información clave de por dónde comenzar, qué aspectos en la historia del participante harán un puente entre la naturaleza y su historia. En esa narración aparece aquel contacto que existió con algo genuino, natural, en sus sentimientos o vivencia o paisaje. Ese hecho es pivote o punto de inflexión desde donde se comprendió que la vida pasaba por otro lugar que por donde el sujeto se encontraba. También sucede que el participante no nos da esta pista y comenzaremos las actividades atentas y confiadas a que algo de esto ya aparecerá porque es así como sucede. En las grandes ciudades solemos recibir algunas de estas enseñanzas de abuelos inmigrantes del extranjero o del interior de la Argentina pero de lugares más cercanos a la naturaleza. Por ahora sólo confiemos ya que esta relación aparecerá con naturalidad.



Pasos generales por los que atraviesan en el tiempo las personas que concurren a los talleres:
1- Reconocemos en la naturaleza a quien nos oxigena, alimenta, viste, nos da remedios y enriquece permanentemente con sus colores, aromas, paisajes, etc. Esto tan elemental es valorado en su enorme dimensión, culturalmente estamos lejos de esta verdad absoluta.
2- Los sentidos comienzan a despertar de un letargo al que nos fue llevando la vida social urbana. La confianza en lo natural va permitiendo el despertar y el desarrollo. Comienzan a fluir las relaciones entre las personas del grupo.
3- Siendo parte de la vida nos descubrimos responsables de nuestro entorno, del reciclado de la basura, de la salud de nuestra comunidad, la alimentación, etc. La respiración y todo nuestro funcionamiento vital y sensorial se vuelve muy importante para todos nosotros. Es la etapa en la que muchos dejan de fumar o comienzan a comer más sano.



Las personas transitan un proceso que comparten de descubrimiento, reconocimiento y responsabilidad consigo mismas y con el ambiente que las rodea. Hay reducción del stress provocado por nuestras ciudades, desaparecen las depresiones en el corte abrupto de sentido en que nos somete la cultura moderna actual y las personas comienzan un camino de relación con los demás, modificando su situación laboral y su producción hacia condiciones más saludables.
En cada grupo, según las edades, extracción social, necesidades de las personas que concurren y condiciones del lugar de encuentro se definirán las actividades a seguir. Los encuentros serán habituales, semanales de ser posible, y de una o dos horas de duración. Es importante que estos encuentros sean grupales ya que el humano no puede vivir aislado y la condición grupal de nuestra vida es fundamental.


Las actividades que se desarrollan en los talleres podrán ser:
• Diseño y realización de un jardín en común.
• Supervisión de los jardines de las casas o del barrio de los participantes.
• Preparación para salida laboral como jardineros.
• Cuidado de algún parque público.
• Realización de huertas comunitarias, personales, en instituciones y en parques.
• Comercialización o repartición de la cosecha. Trueque con otros grupos o comunidades.
• Convivencias en la naturaleza, paseos, visitas guiadas.
• Invernaderos con producción de plantas ornamentales.
• Aboneras para reciclar la basura en todos los casos.
• Talleres en clases teóricas donde se intercambian gajos, esquejes, semillas e información.


A lo largo del tiempo el grupo mismo va a ir generando sus intereses, el rol del terapeuta hortícola será acompañarlos en este andar. El terapeuta hortícola implementará sus propias cualidades y conocimientos para acompañar a las personas y al grupo en este proceso de encuentro con su humanidad, brindando herramientas preventivas de salud en la alimentación, en la postura corporal, la ejercitación, el cuidado propio y sobre todo el cuidado y amor al prójimo.


PASOS DE LOS ENCUENTROS.

1) Presentación de la naturaleza como igual a uno en su funcionamiento, en lo básico y primordial, en la búsqueda del bienestar y la autorregulación.

2) El trabajo en sí que se lleva a cabo es la enseñanza de conocimientos, el desarrollo de nuestros sentidos, sensaciones, percepciones, conectándonos con los sentimientos, reproduciendo plantas, exigiéndonos una actividad física que se adapte a cada uno, alegrándonos en la sorpresa, etc.

3) Creación de un nuevo oficio, en que la creatividad y el quehacer cotidiano previenen la enfermedad. Lo saludable es la pertenencia a una historia que nos precedió y continuará con suerte para nuestra especie.


DESARROLLO DE NUESTROS CONCEPTOS BÁSICOS.

LA NATURALEZA PRODUCE BIENESTAR EN LOS INDIVIDUOS.


Los jardines pueden estar en cualquier lugar: hospital, cárcel, psiquiátrico, escuela. De por sí las plantas ofrecen un efecto calmante, de confort, y despiertan las percepciones de las personas.
Este despertar de las percepciones da sensaciones, recuerdos, placer y necesidades que intervienen en nuestro psiquismo.
Los jardines en la ciudad son refugios y lugares de esparcimiento algo protegidos del ruido, la polución y los olores citadinos, esto reduce el estrés y produce sentimientos de relajación.
Nacemos en un mundo que ya tiene vida, nuestro pasado como especie son las plantas y los animales que nos precedieron y crearon las condiciones para nuestro arribo a este mundo.
La Tierra se autorregula y así creó la maravillosa vida. Todo ser vivo tiende a la búsqueda del bienestar y de la propia autorregulación. El alimento, el oxígeno, la movilidad, la sexualidad, el amor y hasta la muerte ya existía en este planeta antes de nuestra llegada. Las bacterias sin tener conciencia crearon el oxigeno y las condiciones atmosféricas que trajeron aparejado lo demás.
Las variedades de formas de vida, de intentos, versiones, estilos, son más de lo que nuestra imaginación puede desarrollar. Sólo con pensar en la cantidad de humanos que habitan la Tierra y que cada uno tiene una cara distinta nos da la dimensión creadora de la naturaleza.
Una herencia filogenética determina y funda nuestros sistemas biológicos. Nosotros en nuestra historia humana repetimos la historia de la vida en la Tierra. Por eso se dice que la ontogenia repite o recapitula la filogenia. Hace 3900 millones de años que existe vida en la Tierra. Nosotros, los humanos, estamos hace 4 millones de años.
Conocer y reconocer esta realidad como nuestra historia humana nos ubica en otro lugar en lo cotidiano. Incluir esto en nuestro conocimiento ayuda a disminuir la soberbia y da paso a la confianza que perdimos en el funcionamiento natural de nuestro cuerpo y del mundo.
Nuestra historia como seres vivientes no comienza con la palabra ni con la escritura, que si bien son cruciales de nuestra historia, no completan a lo humano. Lo humano como todo lo vivo y existente es siempre más de lo que parece.
Pertenecemos a sistemas abiertos, unos dentro de otros, que en el afán de comprender cortamos, dividimos, analizando por separado cosas que sólo se pueden comprender más allá de la razón o el pensamiento por la totalidad en la que están inmersas. Los individuos somos un cosmos de órganos, los órganos un cosmos de células y éstas de corpúsculos.
No hay fórmulas predeterminadas en la naturaleza. Parece que la vida está emparentada y ligada directamente con la libertad, con la sorpresa, el azar, sin moldes fijos ni maquetas, y sin embargo se realizan perfectamente procesos vitales. Será que habrá que confiar en 3900 millones de años de historia de la Tierra y no poner tantos porotos a favor de lo que hace el ser humano. Estamos enloquecidos con la tecnología que el hombre desarrolló pero aún seguimos siendo hijos de la Tierra.
Nuestra comprensión racional divide, separa, hecho, materia, vida y mundo simbólico. Tan necesarios unos como otros, el confundirlos nos lleva a creer que las palabras tienen más importancia que las realidades que ellas representan. Estamos invirtiendo la situación.
Criamos con la pedagogía, vivimos con la tecnología médica, le dimos a la ciencia el lugar de la religión y estamos en ciudades donde creemos que los humanos inventamos el mundo, sin embargo muchas veces no sabemos lo que queremos ni lo que sentimos.
Tal vez la mayoría de las veces no sabemos cuál es nuestro propio deseo. Estamos educados y llenos de información permanente de lo que se debe hacer y de cómo debemos ser. La televisión, el cine y todos los medios de difusión nos forman cotidianamente y es difícil corrernos de lo que nos dan como papilla fácil de digerir para ser y vivir toda nuestra vida.
Volviendo a nuestros orígenes, nuestro hábitat es este mundo que compartimos con plantas y animales, a lo que agregamos la cultura, que creamos los humanos llenos de palabras que si pierden la conexión con los hechos caen en el vacío del vivir sin sentido que da la locura y el desapego de nuestras raíces.
Es en la naturaleza que encontramos verdades, historias, relaciones y cuentos que abren nuestra percepción. Allí, en lo silvestre, es que nos encontramos con partes de uno que despiertan algo humano adormecido por la cultura de las ideas que nos llevó lejos… tan lejos… las ideas, las matanzas, las guerras… ya no volveremos atrás. Pero ¿qué pasa si uno suelta y deja hacer a lo natural en nosotros?
¿Adónde nos conducirá dejar que nuestra propia naturalidad nos conduzca? ¿Sentir, ver, oler, escuchar, tocar, comer y vivir de acuerdo a lo que somos?
El cambio de actitud frente a la naturaleza no es ajeno a uno, a la actitud con uno mismo. Uno mismo es esa naturaleza, compartimos el aire, el agua, el viento y el sol con todos los habitantes de este planeta. En una vida más cercana a la naturaleza las nociones de tiempo y espacio son otras que las creadas por la cultura.
La posibilidad de ver un cielo colmado de estrellas no es lo mismo que criarse con las luces de la ciudad donde el hombre es el ser creador. Sobre todo porque olvidamos cuál es nuestro lugar en la vida y nuestra necesidad de interrelación con los otros habitantes de este planeta.
Estoy diciendo que este corte que realizó nuestra cultura con la naturaleza nos enfermó. Nos dejo sin sentido, sin sentidos.
Existe la creencia de que todo lo natural puede ser sustituido por lo creado por el hombre. Aunque esto en el futuro tal vez sea posible, nos arrebataría la posible vida de libertad que nos ofrece lo natural, sorpresiva y silvestre; que no es lo que hoy se vive en el campo, ya que también aquel fue influenciado y trasformado por la cultura, desde las plantaciones homogéneas a las fumigaciones aéreas que sumergen al habitante del campo en una cultura de matanza y no de posibilidad de desarrollo de lo humano, de la vida.
El caos en el mundo, en la vida, tiene armonía, eficacia y perfección. Incluso entre el caos y la variación aparece la cooperación, el mutualismo y la asociación como algo natural y no las jerarquías que nos llevan a la ambición desmedida y a la lucha. Nuestro cuerpo es una buena muestra de que cada órgano, cada tejido y cada sistema tiene una función específica, sin jerarquías, sino que tanto el corazón como el hígado son importantes para el funcionamiento del conjunto.
Así como Freud describía la enfermedad mental como causa de una disociación, ruptura de ligazón, entre una representación o idea con el estado anímico que esta genera. Es la ruptura del fluir, de la continuidad natural, lo que genera la enfermedad. Luego se verá qué enfermedad según los destinos de las rupturas, o sea, su nueva organización.
El niño no sólo recibe un mundo semántico, sino que se identifica con las operaciones que presiden la organización de aquél, las reglas de enunciación son los canales por los que circulan los enunciados identificatorios, que no son libres. El Sujeto se conforma por este mensaje que le adviene, y sujetado a este lugar otorgado por otros, puede ahí recortarse con sus identificaciones del mundo que le advino.
El encuentro con uno en lo espontáneo, sorpresivo, cambiante, oculto, temido, profundo, misterioso, las sensaciones aún no exploradas, la renovación de experiencias, revitalización del pensamiento, gozosa intensificación de la vida. Disfrutar lo bello, descubrir las formas y la variedad, colores, olores, sonidos, gusto, es el ámbito de lo humano y produce el milagro de la vida. La generosidad, el dar por demás, el derroche en la naturaleza vigoriza.
El trabajo en jardinería nos conecta con un universo infinito del que formamos parte, nos une a lo que fuimos, somos y seremos, cultiva nuestro espíritu y sana nuestra alma. El jardín es el médico y la jardinería nuestro remedio y actividad terapéutica. Funciona como la vida misma, solo, como cuando estamos enfermos y dejamos que las cosas tomen su curso, aparece la cura. El médico cura y la naturaleza sana.
Lo terapéutico es lo silvestre. Lo que es, tratamos de confiar en lo primordial de uno y de lo que nos rodea.
El poder y la sociedad de masas no pueden tolerar una posición de deseo en los seres humanos. Y quien conecta con lo que es, desea, rueda la rueda aunque no sepamos por qué.

LO TERAPÉUTICO.

La naturaleza del hombre no ha cambiado de una era a la otra. Su conducta sí varía con el tiempo y el espacio, lo que crea las diferentes culturas. Las formas impredecibles y el movimiento propio que caracteriza a lo vivo no son sustituibles por las técnicas ni por la tecnología.

1. Relacionarse con la naturaleza sabiendo que es un sistema, comprender que recortamos desde el conocimiento pero intentando desde nuestros sentidos percibir la totalidad de la que somos parte.
2. Comprender los procesos de nacer, crecer, reproducirse y morir que tiene todo lo vivo. Una vez más compartimos esa cualidad.
3. Conocer los mecanismos de la dispersión y las necesidades para que se produzca el crecimiento.
4. Experiencias sensoriales permanentes. Oler, tocar, degustar, oír y descubrir infinitas percepciones que podemos desarrollar.
5. Vivencia de tiempo único para cada cosa, no hay otro tiempo que el posible, todo se desarrolla, muere y recicla. No hay desperdicio, todo colabora y pertenece a la rueda de la vida.
6. Éxtasis de diversidad, apreciar y disfrutar la variabilidad que nos ofrece la vida.
7. Cada cosa tiene sentido ya que cada cosa tiene su lugar en cadenas interminables, nada está afuera, una vida da sentido a la siguiente.
8. Generosidad extrema y permanente de la naturaleza.
9. Contacto con lo que nos rodea.
10. Sobrevive nuestra esperanza de que no haya más personas con hambre de comida, amor, cuidado, atención, y sentido para sus vidas.